A lo largo de la historia tanto la historia reciente como la de antes los pelos faciales han servidos para definir a su propietario – o creador. Desde luego los pelos hablan mas de los hombres; poco tienen que decir de las mujeres si nos limitamos a los pelos estrictamente faciales y nos olvidemos de los pelos craneales y de otras regiones de la anatomía humana que no vienen a cuenta en este momento. Estos últimos, los craneales se entienden, obedecen mas a cuestiones de estilo o aceptación social – de confeccionar y mandar un mensaje efímera e innecesaria, sin un contenido común y duradero, que a la autentica meta que propone el cabello facial. Fíjense en el pelo craneal más famoso de la historia reciente – los cascos peludazos portados por Los Beatles. Sus cascos decían muy poco de las personas de por debajo de ellos – pero identificaron un genero musical con sus protagonistas que, en su turno pregonaron una forma de pensar, que se duplico en miles o millones de casas, por lo menos durante sus primeros momentos y años. Luego llegaron los bigotes y las barbas que ofrecieron otro mensaje, otro discurso – un discurso más confuso y menos alegre.
¿Cuál era o cual es el bigote más siniestro en la historia reciente de esta planeta? No faltan candidatos; pero, centrémonos en tres en especial por estar mas o menos presentes en la conciencia de la mayoría de la gente – o, por lo menos, a la gente que han tenido la paciencia de leer hasta aquí.
Primero, la mancha arrían de Hitler; secundo, la barra de bicicleta de Stalin y, en tercer lugar, pero solamente por razones de efecto literario, ha aquí un bigote de dimensiones satisfactorias y de una siniestralidad mas que notable, el bigote mas cuidado y más famoso de Valladolid, Los Azores y El Mundo, el de Chema – ex– Presidente de España, del universo y del mas allá.
La protección psíquica de un bigote funciona de una manera parecida .... protege el oyente del mal olor de un discurso rancio y extrema; sirve para filtrar las ideas más nefastas y las palabras mal concebidas y odiosas.
¿Esto es injusto? Yo no sé, en realidad. Si eres familiar de la criatura en cuestión, desde luego que sí. Si eres amigo, admirador o amante, lo mismo se podría concluir. Pero, para muchos, menos casi doscientas personas, cabe la posibilidad de que no – que no es injusto.
¿O sea, el bigote – su hecho, su dimensión y/o su configuración, define a la persona? ¿Y porque un bigote? ¿Por qué no un grano por el labio superior como medidor de la persona? El bigote es un apéndice muy agresivo, modestamente en algunos casos y muy voluble en otros casos, pero no deja de ser agresivo. Y, como el pené, es una protuberancia masculina casi en exclusiva – eso dirán, pero no es eso la cuestión, por favor. El bigote es una cuestión de estética – de vanidad, se quieres; ayuda a cambiar de aspecto para quienes que necesitan cambiar de aspecto (y los hay), de ofrecer otra imagen, quizás una imagen menos juvenil (y por tanto, menos frívolo), dar seriedad donde, con toda seguridad no la hay. Pero, la dejadez higiénica de unos días no cambia lo esencial de nuestro discurso, ni lo mejora ni lo empeora.
También es una forma de protección – tanto practico como psíquico. Los pescadores de alta mar, por ejemplo, utilizan el bigote para atrapar el aire frió, para que no entre en sus pulmones con las consecuencias más imprevisibles para su salud y para la captura. La protección psíquica funciona de una manera parecida – protege el oyente del mal olor de un discurso rancio y extrema; sirve para filtrar las ideas más nefastas y las palabras mal concebidas y odiosas. Los bigotes protegen sus propietarios de los ataques vitales no deseados, como una red protege las cerezas de los pájaros – y a sus interlocutores también.
A demás de proteger, los bigotes confunden – las demás personas no pueden con absoluta certeza definir la persona partiendo de una boca camuflada. La boca es como una biblioteca sin puertas – muestra me su biblioteca y te diré que meritos tienes. Enséñame su boca y te diré que meritos tienes – bondad, ironía, mezquindad, generosidad, mente abierta, valía, simpatía, antipatía, cobardía, una buena escoba dentífrica – pero con bigote o otros adornos no puede decir nada salvo que eres lo suficientemente vago como para quitártelo cada mañana.
Desde el punto de vista de las relaciones, no estrictamente sexuales, pero si bilaterales entre hombres y mujeres, los bigotes tienen un doble papel – deberían atraer, y afirmar masculinidad o virilidad (por ejemplo, en las culturas indias rurales existe todo un folklórico sobre el tamaño y forma de los bigotes; allí, el fenómeno del musculoso mister universo o mister indio no existe – pero sí él fenómeno del mister bigote del año. ¿Tomaran sustancias prohibidas para que los bigotes crezcan mas y mejor? ¿Las cremas o otras sustancias que usan para dar forma al bigote son deducibles para efectos fiscales? Es el equivalente humano de las rituales de atracción previas al inicio de las actas de reproducción y perpetuación de la especie – algo vital para nuestra supervivencia, para la supervivencia de cualquier especie. Salvo en el caso de aquellas tribus o ejemplares que, por razones que solo admite la naturaleza, los indios americanos, por ejemplo, que no tienen velo facial o, por lo menos no lo tienen en abundancia o lo suficiente para dedicarse a demostraciones de celos masculinos. En estos casos, los más guapos, los mas viriles, colocaron plumas de aves en la cabeza para poder destacar y llamar la atención de las hembras – plumas de ave, la especie más proclive a demostraciones tanto elegantes como inequívocos de la virilidad masculina. O sea, el de Los Azores es un pájaro en constante estado de plumaje exuberante y cachondeo político y social. Por no hablar de la hembra de la especie...
Otra explicación, por su puesto, es la dejadez sanitaria. Un bigote, como un muro de hiedra milenaria, atrae muchos bichos – mucha suciedad, polvo y impurezas procedentes del
aire. Conservarlo es un acto insanitario – y solo puede atribuirse a una tendencia a la falta de higiene, tanto labial como verbal. Extender el bigote por los cuatro lados y llamarlo una barba es un acto de extensión de la suciedad – y de las moscas – por arriba, por abajo y por todos lados, como es mas que evidente cuando la gente rasca cuando habla.
¿Y que dicen las hembras? De eso tendrán de hablar ellas. Pero no me consta que la suciedad, la priklitud verbal y de contacto, conduce al cariño – ni físico, ni social, ni ideológico. Entonces volvemos al principio. El bigote es una afectación de vanidad, un encubrimiento de los auténticos sentimientos, una demostración de virilidad admitida por la hembra pero que provoca asco al final y a cabo; o, es un símbolo de una forma de ser – una insignia, un emblema, la modulación de una filosofía de vida o como conducirla que quizás debería colocarse en el hombro y no en e labio superior. Ergo, Stalin, Genghis Khan, Bin Laden (un caso exagerado), Arafat, Aznar – todos contra Ghandi, Perez, Mandela, Hirohito, con notables excepciones que solo sirven para confirmar la regla – Musolini, por ejemplo. Y, mientras exista la duda, quitar el bigote y opta por la mediocridad – Zapatero, Blair, Bush – no es una opción. O, si te apetece deprimirte hasta limite casi clínicos o internables, opta por Trillo, el diputado menos dispuesto en la historia del universo reciente – y no tiene ni un pelo, ni siquiera en la lengua, que es el sitio menos indicado para un pelito (o dos) si se busca un poco de virilidad. Debería tener un bigote – el bigote se lo merece. Es su tipo...
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Mike Coleman afirma ser escritor y vive en Madrid
[1] El Bigotéo se refiere a la costumbre de llevar bigote, una costumbre muy extendida entre los hombres detodos los tiempos